Señor,
¡ten paciencia conmigo!
A veces lo que pienso tan lúcidamente
y lo que digo tan elocuentemente,
no coinciden con lo que siento
tan honestamente.
Ni lo que profundamente creo
refleja lo que tan pobremente vivo.
Mi pensar, decir y sentir
no siempre se encuentran.
Mi fe y mi vida a veces se divorcian.
Mi amor y mis obras no se corresponden.
A veces acierto, por tu gracia;
Otras veces desacierto, por mi desgracia.
¡Ten paciencia conmigo!
No te canses de mí, espera un poco más,
y enséñame a esperar y a internar,
una vez y otra vez más,
esperemos juntos, atentos y confiados,
a que tu gracia dé frutos en mí.
¡Ten paciencia conmigo!
Y, aunque yo mismo sea impaciente,
ayúdame a comprender que
la paciencia se siembre con amargura,
pero sus frutos suelen ser dulces y abundantes.
¡Ten paciencia conmigo!
Y que no olvide toda tu inmesa bondad,
para que yo sea paciente con los demás:
contemplando sus amores,
acompañando sus intentos,
escuchando sus clamores,
consolado a sus dolores,
y perdonando sus errores.
Amén