Cerramos el año con el último Pedro Arrupe y lo hicimos desde una verdad simple y profunda: Dios es lo cotidiano. Un espacio para detenernos y mirar la vida con otros ojos, reconociendo a Dios en las dinámicas de cada día, en lo que somos, en lo que vivimos y en lo que sentimos.
Durante este encuentro, nos preguntamos cómo nos encontramos con Dios en la rutina, en las decisiones diarias, en las alegrías y en las preocupaciones. También buscamos otras formas de orar, de conversar con Él y de entrar en una relación más íntima y real, más cercana y honesta.
En medio de diciembre, entre celebraciones y silencios necesarios, este fue el cierre que necesitábamos para el año: un recordatorio de que, tanto en la luz como en la sombra, siempre podemos confiar en Dios y hablarle tal como estamos.
Daniela Ospina – CAE