[23] “El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor”
Al mirar en retrospectiva mi experiencia de la tanda de Ejercicios Espirituales de ocho días, recuerdo con profundo cariño cómo mi espíritu fue transformado. Llegué con el deseo de reconectar mi corazón a lo esencial, de volver a sentir intensamente la presencia de Dios en mi vida. Sentía que la rutina había velado mi mirada y me costaba encontrarlo en lo cotidiano.
Día tras día, la oración y las lecturas —que me abrazaron y nutrieron con ternura— comenzaron a penetrar mi corazón reseco. Allí, el mensaje del Evangelio de “Jesús y la Samaritana” resonó con una fuerza inesperada: «Cualquiera que beba de esta agua pronto volverá a tener sed, pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna.»
Estas palabras brotaron en mi pecho como agua fresca y renovadora. Entendí que para sentir la presencia de Dios debía sumergirme en cada gesto, persona y acontecimiento. Y así, mi espíritu volvió a nutrirse; la sequedad interior se disipó. Ahora reconozco que mi corazón es fértil y que en él florecen sueños que buscan servir al Señor.
Creo firmemente que, si atraviesas un momento en el que todo parece perder sentido, si el ruido te abruma o la vida cotidiana pesa, busques el silencio y escuches lo que él tiene para decirte, porque seguramente de él surgirá un soplo de vida renovador. Tómate un tiempo para ir al pozo del amor y beber del agua de vida eterna. Te aseguro que no volverás a tener sed: los caminos se abrirán, el amor profundo te abrazará y recordarás tu vocación al servicio de Dios.
No postergues la experiencia de los Ejercicios Espirituales. Tal vez, en el silencio, está aquello que tu corazón lleva tanto tiempo buscando.
Valentina Souza – Oficina Provincial de Comunicaciones