Claves Ignacianas para Nuestro Tiempo de Pandemia

Apuntes Ignacianos #90

Presentación

En un mundo afectado por la dureza de la pandemia que ha traído dolor, soledad, ansiedad, muertes y agudas crisis de confusión, de pobreza, ¿Cómo podemos alimentar la capacidad humana de salir adelante?

Empecemos por hacernos nuevas preguntas: ¿Por qué caminos anda Dios buscando a los hombres y mujeres de hoy? ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, de expresar, de celebrar y encarnar la fe cristiana de modo que favorezcamos la acción de Dios en el acontecer de este tiempo de pandemia?

Cada ser humano está llamado a entender la vida como crecimiento constante; siempre buscando algo más y mejor. La vida es un don inagotable: un descubrimiento en el que siempre se puede avanzar y poder hacer más amplia la mirada a la realidad, de modo que se pueda responder paciente y humildemente a las exigencias de la situación que nos afecta.

Nos tenemos que abrir a un Dios siempre distinto y siempre mayor de lo que esperamos, que cuida de la humanidad por medio de su Hijo, Jesús y se comunica a todos. Nos apremia ahondar más en nuestra verdad ante Dios. Nos urge mantener los ojos abiertos al presente y afrontar con sencillez y valentía la incertidumbre que trae consigo un mundo imprevisible. Nos van saliendo al paso situaciones nuevas en que habrá que echar mano, más que nunca, a la creatividad y a permanecer despiertos, lúcidos y confiados en el mundo y en el ser humano. La exhortación apremiante de Jesús a la vigilancia, nos pone en actitud de estar atentos a vivir con más consistencia nuestra fe y para vivirla de manera lúcida, necesitamos experimentarla con más profundidad, confrontarla con otras actitudes posibles ante la vida, agradecerla y tratar de vivirla con todas sus consecuencias. La fe es luz que inspira nuestros criterios de actuación, es la fuerza que impulsa nuestro compromiso de construir una sociedad más humana.

En la conmemoración del XX aniversario del Simposio de Ejercicios Espirituales y en estas circunstancias de peste mundial este número de la revista nos ofrece un valioso material de reflexión.

En primer lugar, Francisco José Ruiz nos aporta, desde la espiritualidad ignaciana, unas valiosas reflexiones sobre la incidencia de esta en tiempos de incertidumbre (los que vivimos por el coronavirus) como gracia motriz de Dios. Para centrarnos en él, tenemos que descentrarnos, salir de nosotros mismos. La situación actual de morbilidad (incertidumbre) nos debe volver al centro: a Dios y a los otros y solo desde ahí descentrarnos para poder volver también a los otros. En salidas múltiples. La propuesta es volver al alma de la espiritualidad ignaciana, los Ejercicios Espirituales como ‘camino’ movidos por la gracia, motor fundamental de la obra ignaciana, como «nuevos peregrinos» bajo el Pedagogo: «Yo soy el camino».

Estos Ejercicios Espirituales, ¿tienen algo que decirnos respecto a esta enfermedad mundial? Luis Felipe Navarrete nos hace repensar sobre lo vivido desde esta óptica particular: «buscar y hallar a Dios en todo» también «en salud o enfermedad» (Cfr Principio y Fundamento). Re-pensar lo vivido desde esta enfermedad. Estos Ejercicios siempre son pedagogía de Dios, un camino a Dios, «fijos los ojos en Jesús». Consiste entonces en discernir como este camino nos está llevando a él o nos está apartando de su compañía. ¿Cómo nos habla Dios desde nuestra realidad presente y compleja con todos sus bemoles? Asimilada esta pedagogía personal, ¿Cómo puedo desde ella acompañar a los otros, quizás presas del miedo, de la incertidumbre o del desconcierto y la depresión? Solo la gracia puede hacernos acoger lo indeseable, como puede ser una astilla de la cruz de Cristo.

Por su parte, Johnathan Castelblanco, en estos tiempo de confinamiento y en tiempos fuertes de vida familiar, toca un tema sobre el que poco o nada nos preocupa pensar: la comensalidad y los impactos que causa en la vida personal y social. ¿Qué podemos aprender en este punto? ¿Qué criterios tenemos sobre la comida en lo personal y en lo familiar? La comensalidad en familia es un tiempo privilegiado para un múltiple aprendizaje y para evaluar sus efectos buenos o malos, de convivencia o de individualidad egoísta, de templanza o de excesos… La comensalidad no se reduce al acto físico del comer, sino que tiene múltiples implicaciones
donde se ha de lograr un sano equilibrio. Johnathan nos hace un recorrido de este tema partiendo del Nuevo Testamento hasta las Reglas para «ordenarse en el comer» de los Ejercicios ignacianos. San Ignacio lo captó muy bien y nos ayuda a «ordenar» este acto específico del comer y sus implicaciones como parte del «ordenar (toda la vida)» como nos lo muestra el autor de este artículo.

Todos estos criterios ‘para hoy’, nos ayudarán a re-pensar y «ordenar nuestra vida» desde el Otro y desde los otros.