Cartas al cielo – El Amor: Huella Divina en Mí

Pertenezco a un grupo de jesuitas y laicos que llamamos “Lecturas conversadas” en el que leemos un libro y, una vez al mes, nos reunimos para compartir la vida y lo que ese libro despierta en nosotros. Anoche, José Roberto dijo algo que resonó en mi alma y que no pude dejar de pensar durante toda la noche. Dijo: “La fe, la esperanza y el amor son fuerzas que le dan sentido a la vida”.

Y sí, esto lo confirmo desde mi experiencia. Son fuerzas vivas, que nacen desde lo más profundo y me mueven desde adentro, empujándome hacia afuera, elevándome más allá de mí mismo. Hoy me habita especialmente el amor… el amor por mis hijos, que experimento como una energía poderosa que brota desde lo más hondo de mi ser hacia ellos, como un río imparable de luz, colores y vida.

Es un amor que percibo eterno e infinito. Eterno, porque no tiene fin, porque trasciende el tiempo y seguirá existiendo incluso más allá de mi muerte, en esa eternidad a la que todos estamos llamados. Infinito, porque no tiene límites ni fronteras, como un motor que jamás se apaga, alimentado por una energía inagotable.

Lo más hermoso de todo es que sé que este amor no es obra mía. No lo inventé ni lo imaginé. Simplemente está ahí, en mí, pero es mucho más grande que yo. Es un regalo, una Gracia que trasciende mi humanidad y me conecta con la Fuente del Amor.

¡Qué maravilla descubrir que esa Fuente infinita habita en mí, aunque es inmensamente mayor que yo!

¿Cómo no agradecerte que me permitas experimentar el amor? ¿Cómo no darte gracias por darme un atisbo de tu esencia?

 Ahora me puedo unir al apóstol Juan cuando dice: “Dios es amor” (1 Juan 4,8).