Hoy amanecí con tiempo. Tengo la sensación de que no hay prisa, que todo puede hacerse con calma, sin apuros, disfrutando cada movimiento. Hay tiempo para hacer todo despacio, lento, casi disfrutando cada movimiento;. Respiro lentamente y me invade la certeza de que no tiene sentido correr. Estoy viviendo aquí un camino hacia la eternidad… y la puedo vivir desde ahora.
El regalo de esta etapa es la consciencia de que no «tengo que» cumplir expectativas ajenas. No «tengo que» responderle a nadie. Soy libre. Puedo dedicarme simplemente a vivir lentamente, sin urgencias, sin metas impuestas, solo vivir.
Siento tu invitación a soltar el afán del logro, a dejar de correr detrás de lo terminado. Como si esa exigencia se disolviera y en su lugar quedara solo el gozo de este instante. Hoy puedo entregarme plenamente al presente, a la abundancia de vida que prometiste: «Yo he venido para que tengan vida, y vida en abundancia» (Juan 10,10). Sí, abundancia de sensaciones en el presente, disfrute de lo que hay afuera y dentro de mí, abundancia de tu Presencia disfrutable cuando “abro mi cabeza”, cuando paro y te busco, cuando me dispongo a la escucha, cuando vivo apertura interior a tu Presencia, a tu acción.
Sí. ¡Porque la experiencia de tu Presencia solo se vive en el instante presente!