Sentir y Gustar: Corazón de Jesús, fuente de amor

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Genaro Ávila-Valencia, SJ

Exposición del Santísimo

Canto: Confío en Ti, Jesed

Corazón de Jesús, fuente de amor que consuela nuestro corazón, manantial de agua viva que sacia
nuestra sed, estamos aquí, contigo y ante Ti. Tratando de amistad y hablando contigo como un
amigo habla con otro amigo. Con nuestro corazón, desnudo y descalzo, nos presentamos ante Ti
para alabarte, bendecirte, adorarte y glorificarte. Concédenos la gracia de evangelizar nuestros
afectos, suaviza nuestro endurecido corazón, queremos amar como Tú, con un corazón de carne y
no de piedra; con un corazón siempre abierto y nunca cerrado; siempre en unión de ánimos y
buscando la comprensión, sin división, sin guerra y sin confusión. Danos la gracia de que todas
nuestras intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en las coordenadas de tu
amor, puestos y dispuestos para tu mayor gloria, servicio y alabanza. Amén

Canto

Del Evangelio según San Lucas 15, 3-7

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola: «Quién de vosotros que
tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la
descarriada, hasta que la encuentra?
Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a
los amigos y a los vecinos, y les dice: “¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me
había perdido”. Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

Silencio

El corazón, en la tradición bíblica, no es simplemente un órgano físiológico encargado de bombear
sangre por todo nuestro cuerpo. El corazón es el centro de la persona, la sede de nuestra más íntima
intimidad, la fuente donde se desea, se anhela, se piensa, se siente, se discirne… ¡se ama!. El
corazón es el lugar en donde descansa y reposa la escucha de la inefable voz del Amado que nos
invita a amarle: “!Escucha, Israel!: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás al Señor con
todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza” (Deut 6,4-5).

El corazón es nuestro castillo interior, en donde el Amado, por su gran misericordia, como diría
Santa Teresa de Jesús, “quiérenos tornar a Él, y como buen pastor con un silbo tan suave, hace que
conozcamos su voz y que no andemos tan perdidos, sino que tornemos a nuestra morada” (4M3,2).

Nuestro corazón es muy inquieto y, a pesar de que frecuentemente yerra, siempre tiende a Dios y
se siente atraído por la belleza desbordante de su amor, pues como nos lo recuerda San Agustín de
Hipona “nos hiciste, Señor, para Ti; y nuestro corazón estará inquieto siempre hasta que descanse
en Ti” (Confesiones, I,1).

Canto

Celebramos la solemnidad del Corazón de Jesús porque reconocemos y agradecemos que tanto
amó Dios al mundo que nos ha entregado a su Hijo único (Jn 3,16). Celebramos que la Palabra se
ha hecho carne, pues Dios se ha encarnado en Jesús y se ha asemejado tanto a nosotros que ha
querido tener un corazón de carne para sentir como nosotros, un corazón humano y un corazón
divino para conocernos, comprendernos y misericordiarnos; así, sólo podría ser Jesús de Nazaret,
tan humano y tan divino, su Corazón ha puesto su morada entre nosotros, junto a nosotros, como
nosotros y por nosotros (Jn 1,14).

Contemplando al Corazón traspasado de Jesús es inevitable no darnos cuenta de que su amor por
nosotros es inagotable, late siempre incansable, mana siempre infatigable, vivo y vivificante, santo
y santificante; amándonos constantemente, pacientemente, incondicionalmente y ardientemente.
Derramando su amor desde su Corazón a nuestro corazón por el Espíritu Santo que se nos ha dado
(Rom 5,5). Un amor que da de beber, como nos lo recordaba el Papa Francisco en Dilexit nos, un
amor que sacia nuestra sed de ser amados, de ser acogidos, de ser aceptados, de ser restaurados;
una fuente abierta que clama y que nos llama “el que tenga sed, venga a mí; y beba […] de su seno
brotarán manantiales de agua viva” (Jn 7,37-38). La necesidad vital de la sed que nos invita a
buscar, como la cierva sedienta, los torrentes de agua viva; si tienes sed, ¡ven y bebe! “venga el
que tiene sed, y el que quiera, que beba gratuitamente del agua de la vida” (Ap 22,17).

Canto

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha estado presente en la historia de la Compañía de Jesús
e impregna toda nuestra espiritualidad ignaciana; el mismo San Ignacio de Loyola nos invitará a
“pedir conocimiento interno del Señor que por mí se ha hecho hombre, para que más le ame y le
siga” [EE,104]. Conocimiento interno de Jesús, conocimiento de las humanas entrañas y los
divinos pliegues de su Corazón; no un conocimiento intelectualista, sino un conocimiento
experiencial, amoroso y sapiencial… de corazón a Corazón; para que, al conocerle, le podamos
amar y deseemos seguirle hasta el final. Que esta fiesta al Sagrado Corazón de Jesús nos recuerde
que nada de nuestra humanidad queda fuera del abrazo del Padre, por el Corazón de Jesús: ninguna
lágrima, ningún desvelo, ningún deseo, ningún suspiro, ningún dolor, ningún anhelo. Toda nuestra
humana fragilidad queda acogida en sus entrañas maternales y transformada, callada y
pacientemente, por su gracia paternal. Corazón de Jesús, en Ti confiamos y a Ti te amamos. Amén.

Canto: Canción al Corazón de Jesús, Cristobal Fones, sj

Bendición con el Santísimo y reserva

Canto a María

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