¿Cuántas veces al día tu mente se va al «what if…?», «Si tuviera un trabajo diferente…», «Si esa persona me hiciera caso…», «Si mis circunstancias fueran más fáciles…» Y la verdad es que vivimos gran parte de nuestros días haciéndonos en nuestra cabeza escenarios hipotéticos, en fantasías donde todo es (supuestamente) mejor. El problema es que esa vida imaginaria no existe. Es una ilusión que nos genera ansiedad y nos roba la paz, porque nos hace sentir que nuestra vida real, la única que tenemos, es insuficiente.
Esto me hace pensar en que nos parecemos mucho a los israelitas en el desierto. Justo después de haber obtenido la liberación que tanto habían buscado y esperado. Ahí en ese momento empezaron a quejarse. Se decían entre ellos: «¡Hubiera sido mejor que Dios nos quitara la vida en Egipto! Allá por lo menos teníamos ollas llenas de carne…» (Éxodo 16, 3.)
De cierta forma, ellos estaban romantizando la esclavitud, cuando tanto daño les había hecho y tanto habían luchado por conseguirla. Y esto se da porque el presente (en el desierto, en la incertidumbre, en el tener que buscar su propio alimento) era difícil.
Prefirieron en ese momento empezar a fantasear con el pasado. Pero no tal como lo vivían, sino con un pasado «seguro» (que en realidad era brutal) antes que enfrentar la realidad de su libertad.
Ahí es donde los judíos encuentran un concepto muy poderoso: Dayenú. Tradicionalmente se usa en la Pascua y significa «nos habría bastado» o «hubiera sido suficiente». Pero en el fondo, es una espiritualidad radical del presente. Es el antídoto contra el «what if».
Dayenú es despertar y reconocer que lo que tenemos, ahora mismo, es suficiente.
No significa resignarse pasivamente. Significa entender que no necesitamos más que lo que ya tenemos para estar plenos y para encontrarnos con Dios. Dios no está esperando a que tu vida sea «perfecta» para acompañarte. Dios te acompaña con lo que hay. Con tus talentos actuales, con tus problemas reales.
Para la espiritualidad ignaciana, esto es fundamental. San Ignacio nos invita a «encontrar a Dios en todas las cosas». No en las «cosas ideales» o en las «cosas que me gustaría que pasaran». Dios está en tu realidad, hoy.
Pensar en un escenario distinto es irreal. Es solo nuestra imaginación. El único lugar donde Dios puede actuar en nuestra vida, y el único lugar donde podemos responderle, es el presente. Es con el maná de hoy, no con las «ollas de carne» de ayer ni con el banquete de mañana.
Muchas veces esperamos que venga algo distinto para ser plenos. Pero lo que necesitas para esa plenitud ya lo tienes. Dios está aquí. Y eso es Dayenu. Es más que suficiente.