Apuntes Ignacianos #90
Presentación
En un mundo afectado por la dureza de la pandemia que ha traído dolor, soledad, ansiedad, muertes y agudas crisis de confusión, de pobreza, ¿Cómo podemos alimentar la capacidad humana de salir adelante?
Empecemos por hacernos nuevas preguntas: ¿Por qué caminos anda Dios buscando a los hombres y mujeres de hoy? ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, de expresar, de celebrar y encarnar la fe cristiana de modo que favorezcamos la acción de Dios en el acontecer de este tiempo de pandemia?
Cada ser humano está llamado a entender la vida como crecimiento constante; siempre buscando algo más y mejor. La vida es un don inagotable: un descubrimiento en el que siempre se puede avanzar y poder hacer más amplia la mirada a la realidad, de modo que se pueda responder paciente y humildemente a las exigencias de la situación que nos afecta.
Nos tenemos que abrir a un Dios siempre distinto y siempre mayor de lo que esperamos, que cuida de la humanidad por medio de su Hijo, Jesús y se comunica a todos. Nos apremia ahondar más en nuestra verdad ante Dios. Nos urge mantener los ojos abiertos al presente y afrontar con sencillez y valentía la incertidumbre que trae consigo un mundo imprevisible. Nos van saliendo al paso situaciones nuevas en que habrá que echar mano, más que nunca, a la creatividad y a permanecer despiertos, lúcidos y confiados en el mundo y en el ser humano. La exhortación apremiante de Jesús a la vigilancia, nos pone en actitud de estar atentos a vivir con más consistencia nuestra fe y para vivirla de manera lúcida, necesitamos experimentarla con más profundidad, confrontarla con otras actitudes posibles ante la vida, agradecerla y tratar de vivirla con todas sus consecuencias. La fe es luz que inspira nuestros criterios de actuación, es la fuerza que impulsa nuestro compromiso de construir una sociedad más humana.