Apuntes Ignacianos #93
Presentación
Alejandro Angulo Novoa, jesuita veterano en las lides de una vida consagrada al servicio de Jesucristo y de la humanidad, también en el estudio concienzudo de las dinámicas de la sociedad, como sociólogo y demógrafo que es, nos entrega en estas memorias una narrativa y análisis de su recorrido existencial, en la clave de su experiencia de los Ejercicios Espirituales, cuna de la Compañía de Jesús y también de muchos seres humanos que se han fascinado con la propuesta de San Ignacio de Loyola.
Pasa primero por lo que él llama “la fractura del ser”, aludiendo al dualismo de la espiritualidad y religiosidad más tradicionales, eso que conocemos como una realidad sacral desconectada de la vida cotidiana pero que se impone porque ese es el modo heredado de la interpretación neoplatónica acerca de la relación con Dios, de lo que hay que hacer para “salvarse”, como un imperativo inexorable del que, por lo menos en un primer nivel de su vivencia, era – o es todavía para muchos – imposible desentenderse. Es un ejercicio de humilde sinceridad que él nos comparte acerca de esa primera etapa de su vida, de su hogar santandereano tradicionalmente católico, de los primeros años de su formación en la Compañía de Jesús. Tiempos de incuestionable sabor ascético, de rigurosas disciplinas, de obediencia a la férrea voluntad de los superiores, de estudios rigurosos de las humanidades clásicas. Como bien dice Alejandro: “La paradoja de vivir esa fractura vital entre cuerpo y espíritu era propia de mi generación y de las precedentes. Arrancaba de una filosofía desconfiada de la corporeidad, que traducía un idealismo exagerado para el cual el mundo verdadero era el de las ideas puras”. [1]