Apuntes Ignacianos #94
Introducción
Me parece que el título que le he dado a este escrito, tomado de la Fórmula del Instituto S.I., está muy bien condensado en estos expresivos versos del poeta León Felipe, cuyo apellido era precisamente Camino1. En verdad, nadie va jamás por el mismo camino de la vida por donde van los otros. Sin embargo, el conocer las huellas que otros han marcado en la arena puede evitar extravíos en la propia ruta como ayuda la luz de un faro en la penumbra.
El Director del CIRE, el Padre Guillermo Sarasa, S.I., con motivo de las Bodas de Oro de la fundación del Centro Ignaciano de Reflexión y Espiritualidad, nos pidió a los veteranos de la institución que escribiéramos sobre nuestra experiencia de Dios en relación con la vinculación a este Centro en estos
diez lustros pasados. Yo, que he tenido la fortuna de pertenecer a él desde su fundación con algunos intervalos, pretendo hacerlo ahora con estas líneas.
Lo hago con la intención de que sean un testimonio ya que el primer paso de todo apostolado, según San Pablo VI es precisamente este2. Un testimonio de lo que yo llamaría gracias intuitivas que tengo que aprender a desarrollar en profundidad. Lo que diré aquí, es ante todo para mis hermanos jesuitas, pero
guardando las debidas proporciones, es válido también para nuestros colaboradores apostólicos, religiosas, y para los laicos o laicas que viven su fe y que viven o vivirán en semejantes circunstancias a las que describo aquí.