Miles de veces, en nuestras celebraciones litúrgicas, y en muchas ocasiones más, hemos pronunciado la siguiente frase: “Jesucristo es nuestro Rey”. Tal vez desde muy niños comenzamos a escuchar la estrofa de una canción religiosa católica: “Tú reinarás, este es el grito / que ardiente exhala nuestra fe / Tú reinarás, oh Rey Bendito / pues tú dijiste ¡Reinaré!”. Si bien la alusión a Jesucristo como Rey puede ser comprendida de manera adecuada, es curioso que sigamos haciendo uso del lenguaje “real” en contextos políticos en los cuales la Monarquía, como forma de gobierno, lleva ya cientos de años en desuso. Nada raro que ese verso todavía se cante en muchos otros países mayoritariamente católicos donde la democracia, el socialismo moderado u otra forma de gobierno remplazaron la tradicional Monarquía. En Colombia, por ejemplo, el último virrey de la colonia fue Antonio Amar y Borbón, entre los años 1803 y 1810. Quiere decir que en Colombia, desde hace 204 años no se ha dado ningún otro período monárquico.

No podemos extrañarnos del uso que los Evangelios hacen de la palabra “rey”, referida a personajes de la historia del pueblo de Israel o de otros pueblos; no debe asombrarnos que Jesús la hubiese utilizado en las parábolas; tampoco nos puede extrañar el hecho de que los seguidores de Jesús la hubiesen utilizado para expresar el deseo de que fuese el gobernante del pueblo de Israel. Como sabemos hay pasajes explícitos donde se afirma que los seguidores de Jesús lo querían hacer Rey. Algo a lo cual Jesús siempre le hizo el quite. En ese contexto no nos asombra el uso de la palabra “rey”, pues era una época en la cual la monarquía constituía la forma típica de gobierno.

Por otra parte, es evidente que Jesús hablo de un Reino: el Reino de Dios. Esta constatación nos coloca frente a una paradoja: Jesús habla de un Reino de Dios sin Rey. En efecto, lo que Jesús propone es un Reino de Dios, no con un Rey ejerciendo su reinado, sino con un Padre ejerciendo misericordia. Jesús ha venido para mostrarnos al Padre, un Padre lleno de misericordia, de una infinita misericordia. Si un Reino de Dios estuvo claramente expresado en el mensaje de Jesús, es evidente también que ese reinado es ejercido por un Padre, el Padre de Jesús.

Teniendo en cuenta lo dicho, ¿qué sentido puede entonces tener una celebración de Jesucristo Rey del Universo? No tiene ningún sentido si nos imaginamos que esta celebración es la de un Jesucristo que está por allá en una nube, en un lugar inalcanzable y recóndito, en un trono real desde el cual observa impasible el modo como los seres humanos luchamos para sobrevivir en un planeta lleno de riquezas naturales pero inadecuadamente utilizadas, generándose así profundas grietas sociales expresadas en la inequidad y la injusticia que campea en la gran mayoría de países.

En cambio, tiene sentido si la vinculamos a la invitación que nos hace Jesús para acompañarlo en su “programa de gobierno”; si la vinculamos a nuestras actitudes y propósitos expresados de la siguiente manera: dar de comer a los hambrientos; dar de beber a los sedientos; acoger a los forasteros; vestir a los desnudos; visitar a los enfermos y a quienes están en prisión. Jesucristo no podrá llevar a cabo ese “programa de gobierno” sin nuestra participación. En otras palabras la celebración de “Cristo, Rey del Universo” es la celebración del modo “eficaz” como nosotros estamos llevando a cabo el programa planteado por Jesús para lograr que, en medio de nuestras realidades humanas, lo que vaya surgiendo con claridad sea la paz y la justicia. Un programa de gobierno propuesto no por un Rey sino por un Padre; un programa que nos ha sido comunicado no por un gobernante, sino por el Hijo del Padre.

Si cada uno de nosotros siente que efectivamente se está vinculando a este programa; si una comunidad parroquial siente que participa con alegría y entusiasmo en dicha propuesta; si nos esforzamos como ciudadanos para impulsar y apoyar propuestas efectivamente equitativas surgidas desde los ámbitos de gobierno establecidos; si somos capaces, con valentía, de reclamar justicia y paz ante las instituciones comprometidas con esos valores; si, finalmente, somos capaces de reconocer nuestras faltas, nuestra incoherencia, nuestra indiferencia con relación a dicho programa, si oramos y pedimos la conversión efectiva de nuestra manera de pensar y de vivir; si todo eso hace

parte de nuestro compromiso cristiano, entonces tendremos razones para celebrar. De lo contrario nada tendrá sentido. Seremos hombres y mujeres que gustan de llamarse cristianos, pero a los cuales Jesús nos llamará “hipócritas”.

Valdría la pena, políticamente hablando, preguntarnos cuál sería el cargo que podríamos equiparar hoy día con aquel de Rey, ejercido por los gobernantes en tiempos de Jesús. Creo que toda América está regida por “presidentes”. Si quisiéramos, pues, adaptar al lenguaje político actual la celebración que propone la Iglesia el día de hoy, deberíamos decir: Jesucristo presidente. Suena chocante, por lo cargado que está nuestro mundo político de corrupción y mentiras. Pero la expresión no se aleja de lo posible ateniéndonos a lo dicho más arriba.

Los “cristianos católicos” que habitamos Colombia somos muchos. Ese círculo se amplía diciendo simplemente que son muchos los “cristianos” en Colombia. Hay mucho cristianismo en Colombia, pero parece ser un cristianismo alejado del programa de gobierno propuesto por nuestro “Jesucristo presidente”. Pocos le caminan a ese programa; pocos creen en él; pocos lo asumen con entusiasmo. Muy poquitos, o tal vez nadie, se toma en serio aquello que sugiere Jesús de “vender todo lo que tenemos y dárselo a los pobres”. Pocos buscan la justicia como si fuera lo primero. Al contrario, nos lanzamos desaforadamente al ejercicio del consumo y la apropiación de bienes sin importar que se pase por encima de los demás. Nadie quiere mirar la viga que hay en su ojo, en cambio se empeñan en sacar a la luz pública la brizna de tierra que ha entrado en el ojo de los demás. Pocos ofrecen la otra mejilla a sus enemigos. No creemos en la paz. Hoy, pues, muchos han clamado: “Jesucristo presidente”, o “Cristo, Rey del universo”, pero que poquitos creemos en su plan de gobierno.

P. José Raúl Arbeláez S.J. – Equipo CIRE Ampliado

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2 comentarios

  1. Me gustan estos textos, para reflexionar y tomar conciencia de nuestro papel en nuestro medio, como ciudadanos y con respecto a quienes nos rodean. Gracias.

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