COMUNITAS MATUTINA 4 DE AGOSTO 2024
DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO CICLO B
“En verdad, en verdad les digo que ustedes me buscan no porque han visto signos sino porque han comido pan y se han saciado”
(Juan 6: 26)
Lecturas:
1. Exodo 16: 2-15
2. Salmo 77
3. Efesios 4: 17-24
4. Juan 6: 24-35
El reciente evento de inauguración de los juegos olímpicos 2024 en París, nos da pie para iniciar estas reflexiones que queremos orientar en la dirección de las grandes preguntas de la humanidad por el sentido de la vida, sobre el hambre y la sed de un significado trascendente para la existencia. Una desafortunada parodia con notable ambigüedad en su estética se confundió con una irreverente alusión a la última cena de Jesús con sus discípulos. A través de los medios de comunicación conocemos la polémica, las protestas, la petición de disculpas, aclaraciones y demás movimientos a favor y en contra del acontecimiento. Tratando de salirnos de la postura relativista y también de la fundamentalista arriesguemos la pregunta: qué hay detrás de la irreverencia de algunas de estas expresiones? 1
El ser humano busca afanosamente el sentido de la vida, aunque en algunos de sus clamores adopte posturas que parecen agresivas o destructoras de las convicciones humanistas y espirituales que han dado y siguen dando soporte a la humanidad. Es el grito desesperado que hace algunos años se llamó “angustia existencial”, el cúmulo de preguntas que surgen ante las atrocidades que el mismo ser humano hace para que su condición y la de sus semejantes fracase en el absurdo de la guerra, en la pecaminosa sofisticación de la economía neoliberal causa de tantísima pobreza e inequidad, en la ligereza de la cultura mediática que no favorece la solidaridad, en los excesos de reclamo por los abusos de un individualismo egocéntrico que olvida la solidaridad y la justicia, en el miedo disfrazado de libertad que niega la trascendencia del ser humano en Dios. 2
El mensaje de hoy es el discurso del pan de vida, un juego de preguntas y respuestas a través del cual Jesús marca las etapas progresivas del anuncio con el que se manifiesta: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”. 3 Al ofrecerse así , Jesús somete a crítica severa la institución religiosa judía y propone la alternativa que viene de su Padre, en la que lo definitivo no son las leyes religiosas y la obligación de cumplirlas, sino la gratuidad del don que supera las habituales clasificaciones de bueno y malo que establecemos los humanos, revelando también el carácter desbordante de la generosidad de Dios. 4 Lo propio de Jesús es satisfacer en plenitud el hambre de sentido existencial.
Jesús les va confrontando con cuestiones de hondo calado: “Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieran signos, sino porque han comido pan hasta saciarse”. 5 El signo es para este evangelio un camino pedagógico, la posibilidad de abrirse a una comprensión más profunda que pertenece al orden del Espíritu, pero ellos lo han reducido al milagro material. La muchedumbre no ha visto en él nada más que un hecho destinado a saciar el hambre del momento, pero no captan el largo y definitivo alcance que en él mismo está revelando el Padre. Es el viejo hábito de utilizar a Dios como una gigantesca máquina de hacer favores sin responsabilidad de parte de quien los demanda. 6 Los relatos de vida de hombres y mujeres que en su momento han experimentado hondas crisis de sentido y han recibido el don de la libre lucidez en el Espíritu son testimonio de la capacidad teologal para calmar el hambre existencial-espiritual.
Jesús les reprocha su estrechez de miras y los invita a vislumbrar el alimento en un orden superior, susceptible de conferir la vida eterna, la vida definitiva, la plenitud de humanidad en Dios: “Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es El, a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”. 7 El modo como Jesús responde al hambre de significado desarma los habituales recursos humanos fundados en observancia rigurosa de leyes, en prácticas rituales entendidas por sí mismas, en doctrinas profesadas a rajatabla, en imposiciones de autoridades religiosas. Es él mismo la respuesta al significado fundamental de la vida.
Este alimento es completamente distinto del famoso maná del desierto, según la misma narración de la primera lectura de hoy, que no lograba liberar de la muerte a quienes lo habían consumido, siguiendo también la lógica de aquellos israelitas que, en la travesía del desierto, protestaban contra Moisés y Aarón, demandándoles por llevarlos hacia la libertad que se tipifica en el simbolismo de la tierra prometida y dejando clara su nostalgia por la comodidad esclavizante que tenían en Egipto: “En el desierto los israelitas comenzaron a protestar contra Moisés y Aarón. Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto – les decían – cuando nos sentábamos delante de las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos. Porque ustedes nos han traído a este desierto a morir de hambre”. 8 Allí eran esclavos, no tenían un futuro digno a la vista, el faraón les tenía sometidos por siglos, su condición era indigna y humillante, Yahvé suscita a Moisés para hacer consciente al pueblo hebreo de que esa no es alternativa promisoria de vida, por eso lo inspira para llevar a su gente hacia la novedad de la libertad, volviendo a su origen que es la tierra de la promesa, a sabiendas de que la travesía será de alta exigencia. Los seres humanos queremos ser dueños de la historia y afirmar nuestra libertad, pero exaltamos dictadores, practicamos idolatrías, hipotecamos nuestra libertad. 9
Buscamos sentidos de vida con afán, nos vamos detrás de muchas alternativas: el consumo, la “felicidad” con los indicadores de aceptación social, los paraísos artificiales, las ideologías, los modelos políticos, los fundamentalismos religiosos, el bienestar económico, absolutizamos cosas que no liberan, luchamos con denuedo para estar cerca del poder, le quitamos al mismo Jesús su fuerza trascendente y lo convertimos en un ídolo manipulable, hacemos de la fe en él una religión que adormece. Y , después de todo eso, quedamos vacíos, frustrados, y seguimos repitiendo el mismo ciclo de búsquedas e insatisfacciones: “Pero yo les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen”. 10
La búsqueda del verdadero pan requiere de otra actitud, que supera el inmediatismo utilitario con el que manejamos la relación con él, y nos lanza al despliegue bienaventurado de nuestra humanidad en la divinidad de Jesús. Sin alimento no es posible vivir, por eso hay que escucharle cuando nos habla de otro tipo de comida que es la que nos abre las puertas de la salvación, entendiendo esta última no sólo como la que acontece cuando pasamos el límite de la muerte, sino como la plenitud total de nuestra condición humana en Dios: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. 11
Los judíos aquellos , interlocutores de Jesús, muestran un cierto interés por enterarse pero, como se demostrará más tarde, es puramente superficial, acostumbrados a moverse a golpe de preceptos rigurosos, de religiosidad normativa, preguntan a Jesús por las normas, incapaces de imaginar a Dios que es pura gratuidad: “Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?” Jesús les respondió: La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que El ha enviado. Y volvieron a preguntarle: Qué signos haces para que veamos y creamos en tí? Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”. 12 En el insistente interrogatorio subyace un obsesivo afán por la religión que “da resultados” si se cumplen con rigor todo su tinglado de mandamientos, de minucias legales, de rituales sin contenido de conversión, de prácticas que esperan beneficios concretos de parte de Dios, sin disposición para la libertad. Para afianzar tales seguridades nos hemos fabricado un Dios a nuestra medida, Jesús en este relato reduce esa mentalidad invitándolos a adherir a él, es una profesión de fe de la comunidad que originó este evangelio poniendo en boca de Jesús la identidad de su misión: “Yo soy el pan de vida”. 13 Tomándolo como alimento, dejando que nos nutra de gracia teologal, nos habilitamos para que acontezca lo dicho por El: “….mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. 14 La escena parisina estará abierta al don de Dios, se arriesgará a dejarse satisfacer por él?
Bibliografía
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7 Juan 6: 27
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12 Juan 6: 28-31
13 Juan 6: 34
14 Juan 6:32-33