La esperanza pertenece al grupo de vivencias o experiencias fundamentales que llegan al fondo de la existencia, movilizando los resortes de la vida y suscitando las cuestiones del sentido.
En última instancia, el problema de la esperanza coincide con el problema de la existencia humana: la manifiesta en uno de sus aspectos radicales.
Laín Entralgo lo ha expresado bien: “Lo primero que debe afirmarse acerca de la esperanza es la hondura y la universalidad de su implantación en el corazón del hombre”. Y no sin razón P. Landsberg, citado por él, ha podido afirmar: “Somos esperanza”.
De ahí, desde ese carácter hondo y totalizante, se comprende bien la insistencia de Gabriel Marcel: la esperanza es misterio.
Misterio en el sentido radical de afectar a la persona humana como tal, de suerte que su sentido y significación nunca pueden ser explorados, y menos agotados, en toda su riqueza.
La esperanza en su sentido más hondo -y así enuncio una de mis hipótesis de trabajo- se sitúa en un nivel que es previo a toda filosofía, a toda ideología e incluso a toda religión.
Estas son ya, justamente, respuestas o intentos de respuesta a la profunda pregunta que ese misterio abre para todo hombre y toda mujer.
ESPERANZA A PESAR DEL MAL. La resurrección como horizonte, Andrés Torres Queiruga, Sal Terrae, 2005, p. 17-18
P. José Raúl Arbeláez S.J. – Equipo CIRE Ampliado