El punto de partida de mis reflexiones es la asombrosa profundización y ampliación de nuestra visión del mundo provocada, tanto por los revolucionarios descubrimientos de la física y por las consecuentes, y por ello necesarias, reinterpretaciones de sus fundamentos, como por el desarrollo de las ciencias naturales al comienzo de nuestro siglo.
Lo sorprendente de todo ello es que, incluso hoy en día, este cambio profundo en nuestra comprensión de la realidad no ha sido bien entendido -filosófica y epistemológicamente hablando- por nuestra sociedad y sus ciencias, pese a que ya han pasado casi cien años de las revolucionarias investigaciones efectuadas por Max Planck y Albert Einstein.
Y esto no se debe a que las nuevas ideas hayan fracasado. Por el contrario, en los últimos setenta años, la física cuántica, que da nombre a ese nuevo desarrollo, ha triunfado en todos los campos de la física y se ha mantenido victoriosa hasta hoy.
Ella es, al fin y al cabo, la que ha impulsado los sorprendentes desarrollos tecnológicos que para bien o para mal han marcado nuestra época.
La tecnología nuclear y las tecnologías informáticas, por ejemplo, no hubieran sido posibles si no se hubieran dado esas nuevas ideas.
No obstante, a pesar de que todas esas sorprendentes consecuencias, tan formidables y diversas, fueron aceptadas científicamente, aún hoy en día la ciencia se siente, en cierta medida, desbordada para asumir las asombrosas ideas a partir de las cuales la nueva física comienza a hacerse comprensible.
ESPÍRITU, COSMOS Y FÍSICA. Pensamiento sobre la unidad de la vida. Hans-Peter Dürr. Panamericana, p. 17
P. José Raúl Arbeláez S.J. – Equipo CIRE Ampliado