Hablemos del buen ladrón

Imagen de P. José Raúl Arbeláez, SJ
P. José Raúl Arbeláez, SJ

Bajo el sol vemos a un hombre desnudo atado a un tronco de árbol, ceñidos los flancos por un paño que le cubre las partes llamadas pudendas o vergonzosas, y los pies los tiene asentados en lo que queda de una rama lateral cortada. 

Sin embargo, y para mayor firmeza, para que no se deslicen de ese soporte natural, dos clavos los mantienen, profundamente clavados. Por la expresión del rostro, que es de inspirado sufrimiento, y por la dirección de la mirada, perdida hacia lo alto, debe de ser el Buen Ladrón. 

El pelo, ensortijado, es otro indicio que no engaña, sabiendo como sabemos que los ángeles y los arcángeles así lo llevan, y el criminal arrepentido está, por lo ya visto, camino de ascender al mundo de las celestiales creaturas. EL EVANGELIO SEGÚN JESUCRISTO, José Saramago, Punto de Lectura, 2008, p. 11.

P. José Raúl Arbeláez SJ – Equipo CIRE Ampliado

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Artículos relacionados

Cartas al cielo: A solo una respiración de distancia

Esta mañana me regalaste una gran luz en la oración. Me mostraste que puedo abandonarme en ti, en este instante,

Sentir y Gustar: Corazón de Jesús, fuente de amor

Exposición del Santísimo Canto: Confío en Ti, Jesed Corazón de Jesús, fuente de amor que consuela nuestro corazón, manantial de agua viva

Cartas al cielo – El Amor: Huella Divina en Mí

Pertenezco a un grupo de jesuitas y laicos que llamamos “Lecturas conversadas” en el que leemos un libro y, una

Sentir y Gustar: En aquel que es Uno somos uno

Como virgen prudente y con su lámpara en la mano, nuestra Iglesia Católica esperaba paciente, atenta y expectante, al encuentro

Comunitas Matutina 11 de mayo de 2025 Domingo IV de Cuaresma Ciclo C

“Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna; ellas no perecerán

Cartas al cielo: La abundancia del ahora…

Hoy amanecí con tiempo. Tengo la sensación de que no hay prisa, que todo puede hacerse con calma, sin apuros,