Ah -dijo ella- es una historia larga, yo no sé contar bien las historias como tú. Debes saber que hace mil y mil años, en una ciudad poderosa y lejana, vivía una mujer virtuosa y sabia llamada Hipatia. Daba lecciones de filosofía, que es el amor por la sabiduría. Pero en aquella ciudad vivían también hombres malos, que se llamaban cristianos, no temían a los dioses, tenían aborrecimiento por la filosofía y, sobre todo, no soportaban que la que conociera la verdad fuera una mujer.

Éstos, un día, cogieron a Hipatia y la hicieron morir entre atroces tormentos. Ahora bien, a algunas de sus discípulas más jóvenes se les perdonó la vida, quizá porque las creyeron muchachas ignorantes, que estaban con ella sólo para servirla.

Huyeron, pero los cristianos estaban ya por doquier, y tuvieron que viajar mucho antes de llegar a este lugar de paz. Aquí intentaron mantener vivo lo que habían aprendido de su maestra, pero la habían oído hablar cuando todavía eran jovencitas, no tenían su sabiduría y no recordaban bien todas sus enseñanzas. Se dijeron, pues, que vivirían juntas, separadas del mundo, para descubrir lo que verdaderamente había dicho Hipatia.

Entre otras cosas, porque Dios ha dejado sombras de verdad en lo más hondo del corazón de cada uno de nosotros, y se trata sólo de hacer que afloren y reluzcan a la luz de la sabiduría, así como se libera la pulpa de una fruta de su piel. BAUDOLINO, Umberto Eco, Lumen, 2001, p. 426

P. José Raúl Arbeláez SJ – Equipo CIRE Ampliado

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