Comunitas Matutina Diciembre 31 2023

Hablemos de la Revelación como una acción libre y gratuita de Dios

Si por revelación entendemos una auto – comunicación de Dios como Espíritu al espíritu del hombre, ello presupone, a su vez, que ese acto revelador de Dios, lo realiza desde su absoluta libertad, lo cual ya implica que el hombre desde su situación finita, ni lo puede prever o calcular, ni tampoco lo puede exigir desde su esencia en cuanto ser finito. […]

Además la revelación depende exclusivamente de la acción libre de Dios, y como dijimos antes, su contenido es precisamente la intimidad de Dios y el hombre no estaría en condiciones, ni de anticipar tal contenido ni de deducirlo de su propia estructura humana, ni tampoco de acercarse a la comprensión de Dios en su intimidad. 

FENOMENOLOGÍA DE LA REVELACIÓN. Teología de la Biblia y hermenéutica. Gustavo Baena, Verbo Divino, 2011, p. 37-38.

P. José Raúl Arbeláez S.J. – Equipo CIRE Ampliado

Lucecitas de Dios

Esta mañana, al levantarme, recordé que era la víspera del 8 de diciembre. Entonces imaginé la alegría de los niños de mi cuadra prendiendo las velitas. Lucecitas que los niños protegen con sus manos deseando vivamente que sigan encendidas. Sí, “me imaginé” la alegría de los niños. ¡Frágil alegría! Tan frágil como la lucecita de una velita en las noches del 7 de diciembre. Así es la alegría de los niños. Es una “alegría de lucecitas”. Lucecitas encendidas con amor. Lucecitas apagadas con dolor. Estaba imaginando lucecitas, cuando recordé que en la tarde tendría que bautizar a una niña.

La niña entró a la iglesia en los brazos de su madre. Todo estaba listo para comenzar la ceremonia. Gabriela Belén -así se llamaría la niña-, estaba plácidamente adormecida.

Su padre, José, nos contó que el Ángel Gabriel y el pueblo de Belén, donde nació Jesús, habían inspirado su nombre. En la puerta del templo le dimos la bienvenida a Gabriela Belén y luego hicimos procesión hasta la pila bautismal. Estábamos todos alrededor de la pila y de pronto escuchamos una voz que venía del “cielo”. Era una voz tierna y cálida. Y dijo:

 “Gabriela Belén, sin importar el lugar dónde llegues a encontrarte, te haré venir a mí; sin importar dónde puedas estar, te mantendré unida a mí. Hoy voy a derramar sobre ti un agua pura. Hoy te voy a empapar con ella. Hoy te doy mi vida, la vida verdadera. Sé feliz.” (Ezequiel 36, 24-28, adaptación)

Alrededor de la pila bautismal nos mirábamos unos a otros llenos de perplejidad.

Entonces tomé un poco de agua entre mis manos y la fui dejando caer suavemente sobre la frente de de la niña. “Gabriela Belén”, dije con fuerte voz, “yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amen”.

 Un silencio reverente invadía el templo. Entonces José se acerco al cirio pascual, prendió una velita y se paró al lado de Gabriela Belén que miraba aquella luz con sus hermosos y asombrados ojos negros. En ese momento me acordé otra vez de las lucecitas en las aceras de mi cuadra. Me acordé de su magia y encanto. Y pensé que tal vez ese encanto pudo nacer el día de mi bautismo cuando mi padre se puso a mi lado sosteniendo también una lucecita, una frágil y brillante lucecita. Sostuve a Gabriela Belén en mis manos mientras bendecía su vida y di por concluida la ceremonia.

De regreso a casa seguía pensando en las velitas y sus lucecitas. De repente, como iluminado por una de ellas, comprendí su “magia”. Comprendí la razón por la cual esas lucecitas nos atrapaban tan tierna y cálidamente. 

Comprendí la alegría de los niños al frente de las velitas que anuncian la navidad y comprendí el porqué de mi nostalgia.

¡Esas lucecitas son lucecitas de Dios! Cada una de ellas susurra a nuestro espíritu una antigua promesa de Dios: “Te haré venir a mi”. Imaginé a cada ser humano como una frágil lucecita y a Dios acurrucado delante de cada uno, cubriéndonos tierna y delicadamente con sus manos…para que no nos apaguemos.

“En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. (…) En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.” Juan 1, 1.4-5 

P. José Raúl Arbeláez S.J. – Equipo CIRE Ampliado

Hablemos de la Comunidad como el espacio que posibilita la vigencia de la revelación del resucitado

Cerramos esta visión breve del estudio de la revelación en el Nuevo Testamento, distinguiendo entre tradición propiamente dicha y las fórmulas que transmiten, entre los textos más extensos que recogen las fórmulas primitivas y las ampliaciones que las comentan, como las cartas de Pablo y los evangelios sinópticos. 

De aquí se sigue, entonces, que fundamentalmente la tradición, como revelación de Dios es la realidad misma del resucitado que vive y se experimenta en la comunidad. 

Así pues, las fórmulas de fe y el kerigma son transmisores de esa tradición y los escritos que las comentan y amplían en verdaderas configuraciones teológicas, también transmiten esa tradición, la promueven y la proclaman como anuncio de la Iglesia primitiva, anuncio que continúa en la predicación posterior de la Iglesia a todo lo largo de la existencia del cristianismo en la historia hasta nuestros días. 

FENOMENOLOGÍA DE LA REVELACIÓN. Teología de la Biblia y hermenéutica. Gustavo Baena, Verbo Divino, 2011, p. 31

P. José Raúl Arbeláez S.J. – Equipo CIRE Ampliado